“El Señor nos habla a través de todo lo que sucede a nuestro alrededor”

Guillermo Arregui, mexicano, recibió la ordenación sacerdotal el 23 de abril. En el artículo habla de su familia, su afición por los automóviles y lo que espera de sí mismo como sacerdote.

Háblanos un poco de tu familia y de tu lugar de origen.

Soy el segundo de cuatro hijos. Mis hermanos viven en Guadalajara. Dos de mis hermanos están casados y recientemente el mayor tuvo un hijo. Mi papá se dedica a los bienes raíces, y mi mamá, que es trabajadora social, se ocupa de la atención a ancianos desamparados.

¿Qué aficiones tienes y qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

De mi papá heredé la afición por los automóviles, especialmente los antiguos. Recuerdo cuando nos llevaba a mi hermano y a mí a ver los avances de la restauración de un Packard 1941 que había conseguido unos años antes. Cuando estuvo listo, salíamos en familia a dar una vuelta los fines de semana. Lo que más me gustaba era participar en los desfiles y encuentros donde podíamos ver muchos modelos distintos de coches de todas las épocas. Es un gusto que conservo, pero no sólo por los antiguos, también por los modernos.

Además me gusta hacer deporte: jugar una cascarita de fútbol, dar una vuelta en bicicleta por la montaña o, simplemente, correr un rato con alguien y aprovechar para platicar.

¿Cómo conociste el Opus Dei?

Conocí la Obra desde pequeño, en el colegio donde estudié, porque ahí trabajaban algunas personas del Opus Dei. Cuando estaba en secundaria, conocí un centro del Opus Dei, pero en realidad empecé a ir frecuentemente a los medios de formación, las actividades que organiza la Prelatura, cuando ingresé a la universidad.

¿A qué te dedicabas antes del sacerdocio?

Estudié la carrera de administración y finanzas porque desde siempre quise ser empresario y poner mi propio negocio. Durante el último año de preparatoria y mientras estudiaba la carrera, participé con algunos amigos en un proyecto empresarial. Al mismo tiempo, junto con mi hermano, empezamos a utilizar el automóvil clásico de mi familia para llevar novias a sus bodas y así ganarnos unos pesos.

Al terminar la carrera, empecé a trabajar en la Universidad Panamericana, pues sentí una cierta atracción por el mundo académico y la formación de los futuros líderes de la sociedad.

Vine a Roma hace ocho años para estudiar un doctorado y al poco tiempo empecé a compaginar los estudios con el trabajo en la gestión de la oficina de mantenimiento de Villa Tevere, la sede central del Opus Dei.

¿Qué papel jugaron tus padres en el descubrimiento de tu vocación?

Creo que mi familia entera, pero especialmente mis padres, jugaron un papel fundamental. A mis hermanos y a mí nos educaron en la fe y nos inculcaron un sentido profundo de confianza en Dios y en su Divina Providencia. Aprendimos a contar con Dios siempre, pero especialmente en los momentos difíciles.

Dios era parte esencial de la vida familiar. Recuerdo, por ejemplo, que siempre que celebramos algún acontecimiento familiar −cumpleaños, santos, graduaciones, etc.− hacíamos algo “extraordinario”, como ir a cenar al restaurante favorito del festejado, pero antes de eso siempre íbamos a misa. Mis papás nos enseñaron a dar gracias a Dios por todo en nuestra vida.

Aprendí de ellos que el Señor nos habla a través de todo lo que sucede a nuestro alrededor y, al mismo tiempo, que te puede pedir algo especial… Fue en 2002, durante la canonización de san Josemaría, cuando me di cuenta que el Señor me pedía ese “algo más”… y pedí la admisión en el Opus Dei como numerario.

¿Qué cualidades debe tener un sacerdote ideal?

Creo que el único sacerdote ideal es Jesucristo, y todos los demás debemos luchar por parecernos lo más posible a Él. Al mismo tiempo, pienso que Nuestro Señor cuenta con las características propias de cada uno y se sirve de ellas para pastorear a sus ovejas. Recientemente asistí a una audiencia del Papa Francisco en la que decía que los sacerdotes deben acordarse siempre que son instrumentos de la misericordia de Dios. Para administrarla el sacerdote debe tener siempre una actitud de fe humilde y generosa, con el único deseo que cada fiel pueda experimentar el amor del Padre.

Además, me gusta pensar en la vida y el ejemplo de san Josemaría y del beato Álvaro del Portillo. Nos han enseñado que los sacerdotes de la Obra tienen que ser alfombra para que los demás pisen blando, es decir, que ayudemos a todos y les facilitemos con nuestro ministerio el camino hacia la santidad en medio del mundo.

¿Qué esperas de ti como sacerdote?

La vocación al Opus Dei implica la búsqueda de la santidad en la vida ordinaria, en el trabajo de todos los días. Ahora como sacerdote, lo que me toca es, en primer lugar, buscar ser santo “trabajando como sacerdote”, ejerciendo el ministerio sacerdotal: celebrando la misa, ayudando a la gente con la confesión y la dirección espiritual, predicando meditaciones y, de distintas formas, acercando a las personas a Dios

Espero poder ser un instrumento que transmita el amor de Dios; para ello, cuento con la oración de mi familia, de mis amigos y de tanta gente buena que reza a diario por los sacerdotes.