Fallece el primer supernumerario de América

Celedonio Castillo Medina, mexicano, falleció recientemente. Fue el primer supernumerario de América.

Con dos de sus nietos... y su característico buen humor.

Celedonio Castillo Medina nació el 3 de marzo de 1918 en Navolato, Sinaloa. Fue carpintero. Pidió su admisión como supernumerario, el primero de América, el 12 de junio de 1952. Su primera esposa, Rosa, murió en Culiacán y se casó en segundas nupcias con su actual esposa, Rosalina. Celedonio murió la noche del 25 de octubre de 2008.

Bajo la mirada de Cristo

En compañía de su esposa Rosalina y sus hijos.

En su juventud, Celedonio pasó una temporada en prisión por su reacción violenta ante una injusticia sindical y la muerte de su hermano Sóstenes. Ahí montó un taller de carpintería. Tras ser liberado, aprovechaba las fiestas de Navidad para conseguir obsequios que llevaba a la cárcel, y acompañaba a los presos y a sus familias.

En esas circunstancias lo conoció Gonzalo Ortiz de Zaráte –el primer numerario que llegó a Culiacán, Sinaloa, en 1949-, quien lo contrató para colaborar en Eureka , empresa constructora. Cuando se instaló el centro de la Obra en Culiacán, Gonzalo encargó a Celedonio los trabajos de carpintería del Oratorio (altar, bancas, etcétera). En ese entonces, Celedonio sabía muy poco del Catolicismo y el ambiente en el que vivía era más bien ajeno a lo religioso.

Una cruz para el Señor: camino de conversión.

Don Pedro Casciaro, sacerdote español que inició la labor del Opus Dei en México, había conseguido un crucifijo casi de tamaño natural que necesitaba una cruz de cerca de 2.15 metros. Esa talla del Crucificado fue dejada en el taller de Celedonio, cubierta con una sábana. Su conversión inició cuando Celedonio descubrió la figura. No sólo hizo la cruz de madera, sino que tuvo que clavar la talla por las manos y los pies. Llevó la cruz en su camioneta al Centro del Opus Dei en la calle de Escobedo y ahí la cargó unos metros, hasta el Oratorio. Esa experiencia supuso una conversión “a lo San Pablo”. Siempre recordó con emoción esos momentos.

En ese Centro le explicaron la doctrina católica y, con la autorización del Obispo –que no cesaba de dar gracias a Dios por la llegada del Opus Dei a Culiacán–, don Pedro Casciaro casó a Celedonio y Rosa en 1951. Dos horas antes, don Pedro había confesado a ambos. Asistieron sus hijos, y Dios los bendijo con algunos hijos más. Un año después Celedonio pidió la admisión en el Opus Dei, convirtiéndose así en el primer supernumerario de América.

Rodeado de la mayoría de sus nietos.

Años después, viajó a Roma y ofreció a don Álvaro del Portillo confeccionar en México unas pilastras de madera dura, de mayor consistencia, para rodear la losa que cubría los restos de san Josemaría Escrivá de Balaguer en la cripta de Santa María de la Paz,; don Álvaro aceptó el ofrecimiento. Y ahí siguen, como mudos testigos de la fe de Celedonio y atentas guardianas del lugar donde ahora reposan los restos venerados de D. Álvaro.

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