Forjar la plata, forjar el amor

Mirko y Rossella, de Sicilia, se graduaron en ciencias históricas hace poco y ahora piensan en su futuro familiar y profesional. La vida de pareja se construye con paciencia, algunas veces con fatiga; justo como el artesano que trabaja el metal, al final sale una joya, con la ayuda de la Providencia.

"Llovía a cántaros. Estábamos en una fiesta con algunos compañeros, en un campo de futbol. Nos refugiamos bajo mi paraguas, él me pasó el brazo por los hombros y yo me acerqué a él. Aunque nos frecuentábamos desde hacía algunas semanas, no habíamos entendido que estábamos enamorados. Pero a partir de aquel día, quedó claro. Los amigos, bromistas, nos llaman el conde Ruggero y la condesa Adelasia, que son nuestros nombres en Facebook. Todo comenzó así, como un juego, por nuestra pasión por la historia y el arte. Mirko creció en un lugar cercano a Monreale. Su abuelo lo llevaba los domingos a misa en la catedral, le mostraba los mosaicos y tumbas de los reyes normandos que habían defendido la fe cristiana venciendo a los árabes y construyendo catedrales".

Después de la licenciatura, decidí aprender las técnicas para trabajar los metales preciosos en la escuela ARCES, de Palermo. Y fue ahí que una persona cercana a la escuela y amante del arte me invitó a un encuentro de formación en una residencia del Opus Dei.

"Quizá por esto, a pesar de haber ido a una escuela técnica, después de la preparatoria decidí inscribirme a Letras. No sabía que ahí, además de descubrir mi vocación profesional, encontraría también a Rossella. Durante los estudios universitarios, gracias a los consejos providenciales de tantas personas que me han guiado, me apasioné por la historia del arte y, en particular, por el artesanado local. Así, después de la licenciatura, decidí aprender las técnicas para trabajar los metales preciosos en la escuela ARCES, de Palermo. Aprendí muchas cosas. Y fue ahí que una persona cercana a la escuela y amante del arte, a quien le pedía consejos, me invitó a un encuentro de formación en una residencia del Opus Dei. Después de aquel encuentro descubrí un nuevo modo de vivir la fe a través -y no a pesar- de las ocupaciones cotidianas. Una vez terminado el curso, poco a poco, logré poner en una esquina de la casa un sencillo laboratorio donde hago pequeños brazaletes, anillos, collares. Luego se los regalo a Rossella, que los lleva con mucha elegancia. Esta es la mejor publicidad. Me gustaría tanto que ésta pronto se convirtiera en mi actividad profesional".

"La amistad con Mirko y con los otros compañeros de la universidad fue importante porque pude redescubrir la fe. Como ocurre a muchos, durante el colegio había tenido pocas ocasiones para frecuentar la iglesia. Luego, sin embargo, un poco por curiosidad, un poco gracias a tantas discusiones nacidas en la universidad a la raíz de los estudios de historia, me acerqué a la capellanía universitaria donde conocí a un sacerdote abierto al diálogo y a la confrontación. Con él y con otros chicos, se organizaba la "Filosofía alla spina" ("Filosofía de barril"), algunos encuentros que teníamos por las tardes en una cervecería para discutir temas de actualidad y de fe. Luego, con Mirko, tomé la decisión de participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, que fue una experiencia inolvidable. Ver a tantos chicos tan distintos, pero unidos por la misma fe, fue muy alentador: una buena cura contra el escepticismo y el cinismo que se puede ver en muchos de nuestros coetáneos, o contra la intolerancia de los que en la universidad arrancaban los posters de la misa de inicio de cursos el mismo día que los habíamos colgado".

"El amor, como los metales preciosos, se trabaja con mucho cuidado, paciencia y atención. Buscamos vivir nuestro noviazgo de manera cristiana. Yo amo a la condesa y sé que ella me ama. Estamos convencidos que no hubiéramos podido lograr el grado de complicidad e intimidad que tenemos si viviéramos como casados, porque la sexualidad tiene el poder de envolverte tanto que esconde a la vista otras cosas que son muy importantes. Y entonces, esta espera del matrimonio es, para nosotros, un entrenamiento, un ejercicio de fidelidad. Yo, como hombre, me repito que si no me entreno, si no estoy listo para esperar, para renunciar a tener relaciones, a manejar los impulsos y las pasiones, si no aprendo a hacerlo ahora, ¿cómo podré hacerlo después? Si ahora no sé decirme que no para esperar a la otra, ¿cómo podré mantenerme fiel cuando, quizá en un momento de desánimo, llegue la señorita en turno a coquetearme? No sé si me explico…"

"Nos gusta divertirnos y a menudo organizamos paseos en la montaña. Cuando hay días bonitos, andamos en bicicleta por el lago que está cera de donde vivo, un pequeño enclave albanés en Sicilia. Se trata de un lugar sugerente que me recuerda algunas páginas de La comunidad del anillo, cuando los protagonistas atraviesan el bosque y vadean los ríos. Amo los libros de Tolkien porque me transmiten ganas de aventura y deseos de mejorar las cosas. Como ejemplo hay una frase que pronuncia Gandalf en El señor de los anillos, y que encuentro muy alentadora: "Pero no nos atañe a nosotros dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos, y dejando a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza". A mí también me gustaría hacer el bien e intento hacerlo, por ejemplo, cuando participo en las manifestaciones por la defensa de la vida y de la familia".

ARCES