Pedro Casciaro: el impulsor de un sueño (I)

Desde sus inicios, el Opus Dei buscó extenderse hacia todos los rincones del mundo para hacer llegar el mensaje de la llamada universal a la santidad.

Era un 18 de enero del año 1949 cuando el joven sacerdote Pedro Casciaro, procedente de España, llegó a México. Él no contaba con más que la bendición de Josemaría Escrivá de Balaguer y una imagen de la Virgen. El Opus Dei había nacido en España el 2 de octubre de 1928 y desde ese entonces buscó extenderse a diferentes países y esferas sociales para promover un cristianismo vivo o, como decía el fundador, se proponía “contribuir a que haya en medio del mundo hombres y mujeres de todas las razas y condiciones sociales que procuren amar y servir a Dios y a los demás hombres en y a través de su trabajo ordinario”. San Josemaría utilizaba una frase concisa para explicar quiénes eran los destinatarios de su mensaje: “de cien almas nos interesan las cien”.

Doctor en Derecho y en Ciencias Exactas, Pedro Casciaro conoció san Josemaría Escrivá de Balaguer en 1935. Permaneció a su lado varios años y se ordenó sacerdote en 1946. En 1948 realizó su primer viaje a México para comenzar la labor apostólica del Opus Dei en tierras americanas. Este viaje fue exploratorio e incluía diversos países del continente para conocer las circunstancias de cada nación en vistas al traslado de un pequeño grupo de personas del Opus Dei; más tarde, él mismo se establecería en México, del que sería el primer consiliario.

Don Pedro Casciaro ofrecía a todas ellas, en los últimos meses de 1949, la oportunidad de asistir a cursos o clases de formación religiosa, donde además les explicaba el mensaje del fundador del Opus Dei.

Desde un principio don Pedro se relacionó con personas de diferentes ámbitos sociales. Mons. Luis María Martínez lo recomendó para atender diferentes iniciativas, en una de ellas participaba Josefina Vellock, quien pertenecía a una familia de clase media de la ciudad de Torreón, Coahuila. Ella buscaba proporcionar a los estudiantes de la Escuela Médico Militar la oportunidad de confesarse el día anterior al viernes primero de mes. Así fue como conoció a don Pedro Casciaro que se mostró dispuesto a colaborar en esta actividad.

En otros ambientes conoció a la pianista Margarita Murillo, a la maestra de letras inglesas Amparo Arteaga y a Celia Cervantes, licenciada en química, en el ámbito de empleados administrativos, a María Teresa Muro. Además tuvo contacto con el círculo de actividades benéficas al que pertenecían Isabel Ventura de Perochena y Rosario Carballo de fausto, ambas colaboradoras del voluntariado de la Sociedad de Beneficencia Española. Conoció también a Lawrence Amor Torres; y a Guadalupe Sánchez Navarro. Don Pedro Casciaro ofrecía a todas ellas, en los últimos meses de 1949, la oportunidad de asistir a cursos o clases de formación religiosa, donde además les explicaba el mensaje del fundador del Opus Dei. Todas ellas esperaban con ansia la llegada de las primeras mujeres del Opus Dei a México.