11 de febrero de 1858: Nuestra Señora de Lourdes

«Yo soy la Inmaculada Concepción». Las palabras de la Virgen a Bernadette Soubirous, una joven pastorcita francesa, continúan hoy resonando en el corazón mismo de la Iglesia. El mensaje de Lourdes –siempre actual– no ha quedado limitado por las paredes de la gruta de Massabielle: es una invitación constante a recomenzar cada día.

En 1937, san Josemaría salió de tierras españolas, cruzando los Pirineos para entrar a Francia por la frontera de Hendaya. El estado de agotamiento físico se agravaba por la preocupación interior que continuamente lo asaltaba: ¿era dejar España la mejor decisión? ¿Qué pasaría con sus hijos espirituales que dejaba atrás? Un día, mientras el grupo atravesaba el bosque de Rialp, la Virgen –mediante un gesto de cariño– lo confirmó en su decisión.

Lourdes, 9 de julio de 1960
Lourdes, 9 de julio de 1960

Al llegar a Francia, san Josemaría y los jóvenes que habían huido con él decidieron detenerse en Lourdes para agradecer a la Virgen el haber podido atravesar la frontera. A las 9:30 de la mañana, el Fundador celebró la Santa Misa a pocos metros de la gruta de las apariciones, y pidió especialmente por la paz en España y en el mundo, y por la expansión del Opus Dei.

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