Añejar el alma

Tomado con mesura, el tequila, como el vino, puede alegrar el corazón, sostiene Vinicio Estrada; además, nos explica cómo su experiencia en el cultivo del agave le ha enseñado que las almas tienen que madurar para alcanzar el cielo.

Tu trabajo como exportador de tequila tiene mucho que ver con la naturaleza, con lo que el suelo da, pero también con la labor humana, ¿cómo vives todo esto?

Hacer tequila es algo muy complejo, es decir que se tiene que empezar por aprovechar los elementos de la naturaleza –el agave azul en este caso, que es sólo de esta región de Jalisco–. Luego hay que tener mucho cuidado con el agave al momento de la jima, para poder aprovechar todos los beneficios de la planta como tal y para poder empezar todos los procesos de la destilería.

En esta industria he aprendido que cualquier parte del proceso y sobre todo cualquier persona involucrada son importantísimos. El jimador es el primer eslabón de la cadena, y para mi es el trabajo más pesado porque ellos tienen que trabajar en el sol, con condiciones muy adversas y haciendo una labor física muy fuerte. A lo largo de todas las etapas de la empresa (la producción, el destilado, el envasado, la revisión de calidad, etcétera), me gusta mucho enfocarme en la gente. Pienso que la ventaja de ser director general de una empresa es ser facilitador para las personas: todos los días pienso cómo puedo ayudar a los demás para que hagan mejor su trabajo.

¿Cómo vives el espíritu del Opus Dei en tu trabajo diario?

Teniendo presencia de Dios a lo largo del día. Uno puede estar en muchas juntas, llamadas, viendo cantidad de problemas y podemos quedarnos pensando en sacar esos pendientes. Lo que intento hacer es ofrecer todo este trabajo a Dios y pensar que todo lo hacemos para Él, independientemente de que nuestros objetivos sean lograr un producto de calidad o incrementar las ventas, finalmente la calidad debe estar en el trabajo que hacemos día a día: mandar un correo, contestar una llamada, tener una junta, una reunión, dar apoyo a los jimadores… todo debe hacerse cara a Dios.

¿Qué hace iguales a todas las personas?

Tratar a tantas personas en esta empresa ha sido muy enriquecedor para mí: siempre se puede aprender. A veces uno podría pensar que en ciertos puestos nada más estamos para dar órdenes o para dirigir, pero no es así; generalmente, aprendemos de todas las personas, incluso de ahí puede surgir la amistad.

¿Qué aporta hacer un producto que puede provocar excesos?

Siempre he dicho que estoy muy contento de dirigir una empresa tequilera, aunque mi sueño sería dirigir una empresa de chocolates o de galletas porque soy más dulcero que tequilero. Pero finalmente en esto también se vive la templanza; los excesos se pueden tener en todo: trabajar, comer chocolates, dormir. Y lo mismo sucede hablando de bebidas alcohólicas. Los destilados, como el tequila, son cosas que se pueden disfrutar tomándolo con prudencia. Es como el vino que, como dice la Biblia, alegra el corazón. Contra el exceso, en cualquier cosa, hay que luchar siempre. Pero no es sólo en el consumo de alcohol, sino en toda nuestra vida.

¿Cómo es tu relación con san Josemaría?

San Josemaría me ha ayudado mucho en mi vida personal. Agradezco mucho que mis padres hayan sembrado la primer semilla de piedad en mi vida. Durante años acudí a distintos medios de formación; fue en el Opus Dei y gracias a las enseñanzas de san Josemaría donde aprendí cómo llevar ese mensaje de santificación a todas mis actividades.