Buscando el lado humano de la medicina (Parte I)

"“El hecho de dedicar este proyecto asistencial a San Josemaría, es un merecido homenaje a su persona y una declaración de principios del propósito con el que estamos llevándolo a cabo: volver a humanizar la medicina”." Dr. Luis Carlos Menéndez, Director

El Cerro de la Silla, símbolo de la ciudad de Monterrey, en México, enmarca el panorama que recorre un pequeño autobús que sube tres veces a la semana a la colonia Unidad Piloto, para transportar a un nutrido número de personas en su viaje a la Unidad Médica Centenario.

“Su salud y la de su familia son primero”, se escucha por un altavoz del vehículo. Con frases con ésa se anuncia el servicio gratuito de atención médica, incluyendo medicinas y transporte de ida y vuelta al consultorio.

“Al principio nos daba un poco de miedo –comenta una paciente–, pero ya vimos que los doctores y doctoras son muy buenos. Yo me curé con las medicinas que me dieron, y les doy las gracias por acordarse de nuestra salud”.

Cada día, decenas de personas provenientes de las zonas más necesitadas de Guadalupe, Nuevo León, y que no cuentan con ningún servicio médico, vienen a consultar a alguno de los especialista del Centro.

Siguiendo el “Camino” -Niño. –Enfermo. –Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula? Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él.

Estas palabras del fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá de Balaguer, escritas en Camino, n. 419, dan la bienvenida en la Unidad Médica Centenario, en una placa que conmemora la dedicación “de esta obra asistencial que se desarrolla gracias al impulso de su espíritu y sus enseñanzas”. El consultorio debe su nombre a la conmemoración del centenario del nacimiento del fundador del Opus Dei, en el 2002.

Esta placa, acompañada por un busto en altorrelieve de san Josemaría, fue develada el 19 de enero de 2002 por el Vicario Regional de la Prelatura del Opus Dei en México, en la ceremonia de apertura de la Unidad Médica Centenario.

Nada más ad hoc para la sede de este centro de salud que el número de Camino que luce en esa placa, puesto que representa la razón de su servicio –los enfermos-, y uno de los principales objetivos a los que se orienta –los niños-.

¿Cómo empezó todo?

La Ciudad de los Niños era un orfanato fundado en 1951 por el sacerdote Carlos Álvarez, sostenido por toda la sociedad regiomontana, y de modo particular por un grupo de generosos empresarios.

A mediados de los ochenta, orientó sus esfuerzos a resolver desde su raíz el problema de los niños abandonados. Su nuevo enfoque hacia la familia y el desarrollo de habilidades para el trabajo cristalizó, en 1986, en la creación de dos centros de enseñanza primaria y secundaria, uno para niños y otro para niñas; una escuela de orientación familiar; un instituto de capacitación para maestros; varios talleres de oficios, como carpintería, soldadura, computación, belleza, corte y confección, etc.

Además, se aprovecharon las instalaciones (extensos terrenos y un estadio para dos mil personas) para la organización de numerosas actividades deportivas y culturales. Todo esto unido a una profunda formación humana y espiritual, que fue confiada a la Prelatura del Opus Dei.

Más de 700 familias participan hoy en la labor formativa de la Ciudad de los Niños. En ellas es notoria la mejoría de sus condiciones de vida, tanto en el aspecto social y espiritual como en el económico. No pocas personas han emprendido un pequeño negocio para aumentar sus ingresos, gracias al oficio que aprendieron en la Institución. También muchas parejas han regularizado su matrimonio ante la Iglesia, o han superados sus problemas con la ayuda de los cursos de formación cristiana y la asesoría de los orientadores que han estudiado allí mismo.

Los egresados de la Ciudad de los Niños encuentran fácilmente acomodo en escuelas de educación superior, lo que permite abrigar esperanzas de mejora material para sus familias: más de veinte alumnos han conseguido becas para ingresar en una de las mejores universidades del país.

Alejandro Delgado Garza