El santo tuiteable

En un momento dado, Jerome Joseph Day, benedictino, pensó que los puntos de algunos libros de san Josemaría era triviales y poco sofisticados, más tarde comprendió la importancia que muchas de esas frases tienen en la era de Twitter.

Tengo que confesar algo: una vez me burlé de un santo.

Durante mis años de estudiante de posgrado, como laico, trabajé como consejero de una residencia en un entorno universitario irlandés. Entonces la mayoría de las universidades ofrecían pocas oportunidades de hospedaje, pero algunas organizaciones religiosas administraban hostales para estudiantes. Yo encontré un lugar en Nullamore, una vieja y hermosa propiedad de la familia Guinness ubicada en la sección Dartry de Dublín. El hostal lo administraba un grupo llamado Opus Dei, del cual no sabía absolutamente nada en aquel momento. Mi estancia ahí fue placentera y conocí a miembros del Opus Dei llenos de buena voluntad y fe convencida.

Los escritos de Escrivá incluyen obras populares como Camino, Surco y Es Cristo que pasa. Están llenos de invocaciones, exclamaciones e instrucciones cortas y concisas diseñadas para estimular el pensamiento, la oración y la reflexión. En mis tiempos de “sabiduría” juvenil, sin embargo, pensé que eran triviales y poco sofisticadas para un estudiante de posgrado como yo. Me preguntaba cómo los economistas, oficiales de gobierno, académicos, ejecutivos, banqueros, doctores e investigadores podían tomárselo en serio.

Mis propias sensibilidades fueron formadas en Saint Anselm [College] bajo la influencia de los benedictinos. La aproximación sobria y refrenada al catolicismo –intensa, pero no llamativa- me atraía. Si un monje quería leer, iba a los Padres de la Iglesia, a teólogos importantes, a enseñanzas papales o conciliares, a los santos, o, siempre, a la Sagrada Escritura. ¿Máximas de dos o tres líneas escritas por Escrivá? ¡Vamos! Sin embargo, el santo seguía apareciendo.

De regreso en Estados Unidos, pocas semanas después de haber regresado, algunos de mis amigos de Saint Anselm decidieron reunirse en Boston. Hice un viaje de tres horas y media desde North Adams este, y al llegar al departamento de uno de mis amigos pregunté si podía cambiarme y asearme antes de salir. “No hay problema –me dijo- usa mi cuarto y el baño que está al lado”. Cuidadosamente acomodado en el espejo del tocador de la recámara alguien me veía. ¿Quién? Sí… Josemaría Escrivá.

El tiempo pasó y décadas después me encontró ya como monje benedictino en Saint Anselm. Monseñor Escrivá había sido canonizado en 2002 como un santo real y sincero, y la tecnología en la era de Twitter había llegado. Los tweets son esos mensajes de 140 caracteres, cortos y concisos, que los políticos, celebridades e incluso instituciones publican diariamente. Nuestra universidad usa Twitter, al igual que la secretaria de la parroquia y la mayoría de mis estudiantes. Ah, ¿y quién más? ¡El Papa Francisco, como @pontifex!

Recientemente Camino apareció en mi sacristía. Cualquier puede intentar adivinar cómo llegó ahí, pero, al parecer, san Josemaría está en todas partes. Hojeé el libro y me encontré con una máxima que afirma lo afortunados que somos al trabajar en la construcción del Reino de Dios y no en la de un reino terrenal. ¡Y entonces me di cuenta! El uso que hace el santo de estas perlas –¿tweets?- del Evangelio resulta idóneo para los cortos periodos de atención de la actualidad. ¡Gracias san Josemaría!

Entonces, para mi propia perplejidad, me di cuenta que había subestimado a Escrivá, que no había dado en el blanco de la espiritualidad benedictina ni valorado el impacto que el uso de pensamientos cortos expresados en máximas tiene en la evangelización.

Publicado en Real Clear Religion el 19 de diciembre de 2015 (adaptado por josemariaescriva.info). El P. Jerome Joseph Day, O.S.B., es sacerdote en la parroquia de San Rafael Arcángel, de Manchester, New Hampshire, y profesor adjunto en Saint Anselm College.