En Aguascalientes, el Prelado se despide de México

A las seis de la tarde del miércoles cinco de agosto comenzó la última tertulia familiar de Mons. Javier Echevarría en México. En un ambiente de júbilo, el Prelado del Opus Dei se encontró en Aguascalientes con personas de esa entidad y de San Luis Potosí, Zacatecas, Querétaro y Guanajuato.

Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei.

El lugar del encuentro fue la Megavelaria de la Isla San Marcos ubicada entre dos ríos que rodean a la ciudad de Aguascalientes, en el centro de México. Cuando llegó el Prelado, un mariachi entonaba Pelea de gallos , canción emblema de la ciudad que afirma, entre otras cosas,  que al “merito Aguascalientes van llegando los valientes”. De inmediato, las cuatro mil personas ahí reunidas le dieron la bienvenida con un cálido aplauso que resonó en toda la original y moderna construcción.

Las primeras palabras de Mons. Echevarría fueron de agradecimiento a Dios por estar en México; comentó que por ser los últimos días de su visita, eran momentos difíciles para él. Agradeció a la Virgen de la Asunción, Patrona de Aguascalientes, el regalo de estar con sus hijos de esta zona del país y añadió que le hubiera gustado “participar en todas las peregrinaciones” del quincenario que se llevan a cabo en honor de Santa María.

El Prelado animó a los presentes a seguir tratando de cerca a Dios –“de tú a tú” como dice un verso de la canción mexicana Chapala que tanto le gustaba escuchar a San Josemaría– y a seguir preocupados exclusivamente de las almas. Pidió además una constante oración por Benedicto XVI; “en este momento –señaló– podemos decir: Señor, te pido por el Papa”.

El Prelado contestó cada pregunta con una lección práctica.

La primera pregunta, de Ismael, dio a Mons. Echevarría la ocasión para hablar de la familia como Iglesia Doméstica, de la generosidad de los padres en el número de hijos –que no es cuestión de cantidad– y de la obligación de no privar a las almas del amor de Dios; lo contrario, dijo, sería marcar distancias a Dios. En el mismo sentido, aprovechó la pregunta de Laura, quien acudió desde Querétaro, para hablar a los padres de familia de la conveniencia de facilitar a los hijos su vocación de entrega a Dios y a hacerlo con alegría.

Guillermo, originario de Jalisco, le comentó al Prelado de que su Estado es tierra de mártires –personas que durante la persecución religiosa dieron su vida por profesar su fe– y añadió que ahora, aunque no se persigue a los cristianos, existen otros elementos que también menoscaban los fundamentos morales y espirituales de los creyentes, tales como la televisión, el internet, etcétera.

La respuesta de Mons. Echevarría fue que “hay tiempos en que hay que dar la cara para defender la fe” y que esas son, efectivamente, las trampas que ahora tiende el enemigo que es el laicismo relativista. Señaló además que los instrumentos actuales de comunicación son estupendos, no son malos, sino que los pervierten quienes los utilizan. Aconsejó no acercarse a los límites, no tener curiosidad por el mal, y animar a los amigos a estar cerca de sus hijos para prevenir los daños que estas herramientas pudieran causarles.

Mons. Echevarría destacó la importancia de la familia como Iglesia Doméstica.

En su intervención, Yolanda, esposa de Arturo que falleció hace algunos meses luego de una larga enfermedad, agradeció al Prelado y al Opus Dei el inmenso cariño con el que arroparon a su familia durante la enfermedad y muerte de su esposo y le pidió que hablara de la Cruz. Mons. Echevarría le comentó que la Obra es efectivamente una familia en la que nos queremos mucho, muchísimo, sin límite. Dios, le dijo, es tan cercano a nosotros que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre y que desde ese momento al hombre ya no le es posible separase de Dios, que bendice con la cruz, que es un signo de más y un vehículo que utiliza para que nos demos cuenta que su amor es infinito.

Por su parte, Bernardo habló de la situación económica y de la necesidad que tiene de atender a dos trabajos, lo que le lleva a no poder asistir todos los días, como desearía, a la Santa Misa, y preguntó: “Usted ¿cómo le hace?” El Prelado –con mucha gracia– le dijo que él la tenía más fácil, porque la celebraba él mismo. Aprovechó para resaltar el valor de la Misa, de infinita riqueza, y le aconsejó acudir a diario siempre que fuese posible, que organizara su horario y que cuando no pudiera asistir, se uniera espiritualmente a todas las Misas que se celebran en el mundo.

Uno de los momentos en que la alegría llenó el recinto.

En seguida, Mons. Echevarría contó una anécdota: una señora bastante sorda fue a confesarse y después de que acabó se dio cuenta que el sacerdote no estaba en el confesionario, así que salió riéndose de sí misma. Al día siguiente regresó a la iglesia y una muchacha joven se le acercó para agradecerle, pues se había animado a confesarse por haberla visto tan contenta el día anterior. El Prelado aprovechó la narración para animar a los presentes a acudir a la confesión: “Confesaos, que seréis mucho más felices”.

La última pregunta correspondió a Irene, de Querétaro, que le comentó que su hijo Diego nació con  discapacidad y que ahora ella tiene una institución para ayudar a otros con el mismo padecimiento. El Prelado le dijo que le diera un beso muy fuerte y que le dijera que lo queremos todos. Además invitó a todos a preguntarse: “¿cuántas veces doy gracias a Dios?” pues la vida que tenemos se la debemos a Él.

Finalmente, antes de dar la bendición a los presentes, Mons. Echevarría dirigió un Padrenuestro con el que todos los asistentes pidieron por las autoridades civiles y eclesiásticas del lugar. Rodeado por las notas musicales de Morenita –que a San Josemaría le recordaba el amor de los mexicanos por la Virgen morena de Guadalupe–y de los aplausos y el agradecimiento de los asistentes concluyó el último encuentro con familias del viaje pastoral del Prelado del Opus Dei a México.