Estamos en “la libre”

Luis Cavazos, supernumerario, recorre las carreteras de México en su tráiler. Aprovecha su profesión para hablar de Dios con otros transportistas que, precisamente por su trabajo, entienden bien qué camino conviene seguir para llegar al cielo.

Soy Luis Alberto Cavazos y soy supernumerario desde hace más de veinte años. Me dedico a transportar fruta, verdura, carne, nieve y muchas cosas más.

¿Cómo conociste el Opus Dei?

Conocí a la Obra en 1990 aproximadamente. En esos años trabajaba cono ingeniero en sistemas y un compañero me invitó a un curso básico de filosofía y teología. Yo no quería ir, pero él era gerente y yo quería quedar bien, entonces decidí ir. En el curso fui resolviendo muchas dudas y la Obra me entusiasmó.

¿Qué tratas de dejarles a las personas que conoces en las carreteras?

Yo creo que en todos los viajes me ha tocado conocer a alguna persona. Lo normal es que empecemos a hablar de los camiones. Pero también es muy fácil hablar de Dios, sólo hay que rascarle un poco a esa aparente rudeza. Hay muchas dudas, la gente cuestiona y tiene preguntas profundas, entonces lo primero que hay que hacer es tocar base.

¿Les explicas qué es el Opus Dei?

La mayoría de los conductores son casados y tienen hijos. Para explicarles el Opus Dei les pregunto si ellos tienen hijos de primera clase y de segunda. Siempre me contestan que todos sus hijos son de primera. Les digo que con Dios es igual, que Él no tiene hijos de segunda, y añado: “tú, como chofer, como trailero, también eres hijo de primera de Dios”. Muchas veces la idea es que los sacerdotes o religiosos son de primera, los casados son de segunda… ¡y los traileros de tercera! Entonces ya les digo que al ser del Opus Dei me he comprometido a recordarle a la gente que Dios no tiene hijos de segunda o de tercera, y que ellos no se pueden sentir menos. Nosotros transportamos comida, por lo que hacemos un gran bien y Dios está muy contento por eso.

¿Cómo aprovechas tus recorridos en carretera para santificar tu trabajo?

En los viajes largos siempre hay posibilidades, con lo que se atraviese. Hace algún tiempo le escribí al Prelado del Opus Dei para contarle algo que me había ocurrido en un viaje. Llegué a Zacatecas y me acerqué a un puesto ambulante para comer. Una de las señoras que atendía el puesto me preguntó si yo era el señor que hablaba mucho de Dios. Entonces empezamos a platicar. Eran dos señoras a las que yo nunca había visto, pero otro chofer les había hablado de mí.

¿Tienes alguna anécdota agradable de algo que te haya pasado mientras conducías el tráiler?

Cuando empezaba a trabajar como transportista no conocía bien a los demás conductores. Un día, en la madrugada, mientras viajaba en el tráiler, me alcanzó una camioneta y me hizo señas para que me detuviera. Decidí pararme. El conductor me dijo que conocía a varios compañeros y me pidió que le diera un ride. Como yo estaba cerca de mi base de operaciones, decidí correr el riesgo. Él dejó su camioneta en un taller y se subió a mi camión. Yo no sabía qué decirle. Cuando avanzamos un poco, él me dijo: “No te preocupes. A mí me dicen ‘El Diablo’”. Pero bueno, ya estaba arriba. Entonces, seguimos platicando y me di cuenta que nada más era su apodo. Ahora los dos nos reímos mucho cada vez que recordamos esta anécdota.