“Sentí mucho miedo, pero también tenía esperanza”.

A las 34 semanas de su séptimo embarazo, Flor se enfrentó a una gran prueba de abandono en las manos de Dios: una enfermedad inesperada, que resonaría en el mundo.

Flor está casada con Jesús Eduardo y juntos han construido una hermosa familia de seis hijos en la tierra y uno en el cielo. Carol, Alán, Luciano, Mateo, Joaquín y la “flor” de Flor: Marián.

Cuando estaba embarazada de su séptima hija, Flor se sintió mal, sin saber qué le pasaba y con mucho miedo, se fue al hospital. En el camino iba rezando Ave Marías y solo podía pensar en pedirle a la Virgen María que la ayudara.

En urgencias la doctora le dijo que su bebé estaba muy bien pero que la mitad de su cuerpo se había convulsionado. Sugirieron que la viera un neurólogo.

Después de más de cuatro horas de estudios, se pidió una resonancia, cosa complicada a las 34 semanas de embarazo. Flor y Eduardo accedieron.

Al cabo de un par de horas, se confirmó que Flor tenía un tumor en el cerebro del tamaño de una manzana. «Fue un golpe y no pude entender lo que Dios me pedía. “Déjenme llorar”, les decía». Pero recordando quién está a cargo de todo, se abandonó en los brazos de Jesús: “Sabes, Dios, que aquí estoy, yo nada puedo hacer. Adelante, y que se haga tu voluntad”.

“Sentí mucho miedo y quería que todo desapareciera, que no me estuviera pasando a mí; pero mi esposo y familia nos encomendamos al beato Álvaro y a la Virgen”.

Carol, la hija mayor, había estado un tiempo en Israel, donde conoció personas extraordinarias e hizo excelentes amistades. Todos se unieron en oración por su mamá; sus amigas iban en el recreo al oratorio del colegio a rezar por Flor y Marián.

Los doctores recomendaron un tratamiento que controlara las convulsiones y que no fuera perjudicial para Marián (nombre que le pusieron a la bebé en honor a la Virgen María). Así estuvo hasta la semana 37. Su cuerpo no soportó más. Los doctores realizaron una cesárea.

Marián nació bien. Sin embargo, los dolores y estragos del tumor se hicieron notar. Flor tuvo por muchas horas un dolor de cabeza muy intenso. Los médicos me dijeron que ya me habían dado todos los medicamentos que podían para el dolor de cabeza.

Flor con su hija Marián

- “¿Y ahora qué sigue?”

Los doctores le dieron una semana a Flor, Eduardo y su familia para prepararse para la operación del tumor. Flor no desaprovechó el tiempo y esa semana se dedicó a construir recuerdos con sus hijos y a prepararse por si Dios la llamaba.

El viernes internaron a Flor y el domingo estuvo en la capilla del hospital escuchando Misa y diciendo a Dios que aceptaba Su voluntad. Sin embargo, así como Jesús en el Huerto de los Olivos, pidió quitar su sufrimiento si se podía, pero que aun así aceptaba lo que viniera.

Una amiga, cuyo esposo es anestesiólogo en el hospital donde estaba internada Flor, comentó que estaba impresionada de que el domingo antes de la operación Flor estuviera en Misa en la capilla del hospital.

«A las 11:00 am del lunes, me despedí de mis papás y hermanas y de mi esposo. Les dije “Quieran mucho a mis hijos”. Y le dije a Dios: “en tus manos pongo mi espíritu”. Eduardo pidió unos minutos a solas conmigo y me dijo: “Vas a salir y aquí nos vemos”. Me llenó de esperanza». En ese momento Flor sintió todas las oraciones de la gente que estaba pidiendo por ella. Se había hecho una cadena de oraciones por todos lados, muchos fuera de México, entre amigos de Flor y los papás del colegio de sus hijos que rezaban por ella.

Flor cerró los ojos tras la anestesia y lo siguiente que vio al despertar fue a su primo doctor, a quien le preguntó a qué hora la ingresaban a cirugía. Su primo le dijo: “Flor, ya saliste de la operación”.

«Jamás había sentido tanta alegría en mi alma. Sabía que estaba viva y que Dios, por medio de las oraciones de muchas personas, por intercesión de Don Álvaro y la Virgen María, había sobrevivido».

Después de cuatro días en cuidados intensivos, su cuarto se había llenado de cartas y regalos de todas las personas que pedían por su recuperación, y, junto con ellos un portarretrato de la Virgen de Guadalupe con una dedicatoria de un grupo de mujeres que rezaban frente al cuadro por Flor y Marián. Flor se enteró que la esposa de uno de sus primos, que es protestante, también se había unido a la cadena de oración por su intención.

portarretrato de la Virgen de Guadalupe con una dedicatoria de un grupo de mujeres que rezaban frente al cuadro por Flor y Marián.

«La oración es nuestra arma, y tiene que ser una oración humilde. Una oración humilde, precisamente porque necesitamos, porque sintamos realmente la necesidad de la oración. Que acudamos a la oración con el alma abierta, necesitada de la ayuda del Señor para todo. Para todo necesitamos ayuda, para dar valor sobrenatural a todas nuestras obras». Meditación predicada por Mons. Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei, el 27 de octubre de 2019, sobre la necesidad de orar junto a Jesús.