Tres perspectivas, un mismo colegio

Un matrimonio, el director y un profesor, nos cuentan, cada uno desde su perspectiva, su experiencia como integrantes de Ciudad de los Niños en Monterrey.

Ciudad de los Niños se fundó en 1951 como un orfanato, pero en 1986 se convirtió en un centro de desarrollo educativo y familiar que busca atacar el problema de pobreza y abandono de los niños desde raíz. Ciudad de los Niños atiende a 1280 alumnos y a sus familias, buscando formar hombres y mujeres de bien. Dos familias, el coordinador del área formativa y el director general nos cuentan sus experiencias dentro del colegio.

Antulio González Gómez

Sus 16 años como director general de Ciudad de los Niños le han permitido reconocer las fortalezas de la institución ante otros colegios. Principalmente, Ciudad de los Niños se distingue de otras escuelas por el modelo educativo; la educación diferenciada, la atención personalizada y el seguimiento de una estrategia educativa hacen de Ciudad de los Niños una alternativa de desarrollo integral frente a los demás colegios de la zona.

Antulio explica que el mayor reto al educar tanto a los hijos como a los alumnos, es enseñar el correcto uso de la libertad y a impulsarlos a aprovechar al máximo sus habilidades para desenvolverse de manera óptima en la vida diaria. Reconoce que muchas veces, sobre todo con los hijos, se puede caer en el error de intentar confeccionarlos tal y como uno es, o mejor dicho, querer que los hijos sean como yo soy, pero parte de ser padre y director es darse cuenta de que cada uno de los niños es distinto, con características y habilidades diferentes. Esto es lo que se busca en Ciudad de los niños, dar una atención personalizada, buscando potenciar y desarrollar en todos los aspectos a cada uno de los alumnos.

Antulio narra que a veces puede llegar a parecer que no está influyendo en la vida de los estudiantes, pero que lo más bonito de su labor en una combinación de escuela y labor social como lo es Ciudad de los Niños es cuando se encuentra con exalumnos años después y nota los frutos de la formación que recibieron, frutos que en el proceso no se notaban. Cuenta que le alegra ver a esos alumnos con familias y trabajos estables, hombre y mujeres de bien. Al hacer su labor como director, tiene siempre presentes las palabras de san Josemaría: “De todo lo que se hace con la juventud, nada se pierde”.

Ciudad de los Niños se fundó en 1951 como un orfanato, pero en 1986 se convirtió en un centro de desarrollo educativo y familiar que busca atacar el problema de pobreza y abandono de los niños desde raíz.

Juan García Gaeta

Como coordinador del área formativa, Juan García ha aprendido que la fórmula más sencilla para educar es querer a los niños, porque si los quieres puedes tener una amistad con ellos y, aunque marcando siempre la línea de autoridad del profesor, dentro de la amistad se da el ambiente de confianza que genera la apertura necesaria para permitir un diálogo que de paso a que el alumno se sienta querido, escuchado y correspondido por el profesor, elementos importantes a la hora de educar.

A la hora de tratar con niños pequeños, Juan explica que hay que buscar un porcentaje de 80/20, donde 80 porciento es dar consejos al niño y el otro 20 porciento es rezar por él, mientras que en los jóvenes se da a la inversa, hay que rezar mucho por ellos y aconsejar poco. Juan razona que con los adolescentes más que hablar con ellos hay que escucharlos y, claro, rezar mucho por ellos, más en estos tiempos en los que los medios de comunicación, principal obstáculo a la hora de educar jóvenes según Juan, se encargan de jalarlos a la ambigüedad moral.

Con lo que se queda de Ciudad de los Niños es la sinceridad y apertura de los padres en su búsqueda de mejorar. Le motiva ver como son ellos los primeros en aplicar y enseñar con el ejemplo los valores y virtudes que se enseñan en los distintos talleres para padres.

“De todo lo que se hace con la juventud, nada se pierde”.

Francisco Zapata y Guadalupe Cruz

Por veinte años, el matrimonio de Francisco Zapata y Guadalupe Cruz, hace trayectos de una hora de ida y otra de regreso diariamente con tal de que sus hijos reciban la mejor educación. Más allá del esfuerzo económico de moverse en coche, saben que vale la pena el esfuerzo, pues nunca han dejado de aprender. Cuentan entusiasmados que en los cursos para padres aprenden de todo, desde economía familiar a sexualidad y desde tabaquismo hasta cursos de computación, pero a los que más provecho les han sacado han sido a los cursos de matrimonio. De estos han aprendido a nunca quedarse callados, a hablar de los problemas como pareja a fin de trabajar juntos para resolverlos. “Hay cosas dentro de tu matrimonio que no notas hasta que alguien lo puntualiza y te lo hace ver, siempre pensando en mejorar la relación”.

Respecto a sus hijos, agradecen a Ciudad de los Niños la formación personalizada. “Me siento orgulloso de ver a mi niña de 19 años dedicada al estudio y entregada a la Iglesia y a la de 13 desarrollándose íntegramente” expresa Francisco, aludiendo a que es triste ver a niñas pequeñas de noche en las calles, dejándose llevar por las presiones sociales. Por otro lado, el orgullo de Guadalupe son sus dos hijos profesionistas, casados por la Iglesia y que llevan los principios aprendidos en Ciudad de los Niños en su vida diaria.